EUROPA
PRESS
5 marzo
2023
¿Qué
prefieres, sexo o comida? La hormona que suprime el apetito es clave
Un estudio de la Universidad de Colonia
(Alemania) ha demostrado que los ratones hambrientos priorizan la interacción
con miembros del sexo opuesto a comer y beber cuando se estimula su cerebro con
leptina, una hormona que suprime el apetito.
Comer o aparearse: esa es la cuestión. Y la respuesta es que
los ratones moderadamente hambrientos eligen aparearse, según muestran estos
científicos en su investigación, que se ha publicado en la revista científica
'Cell Metabolism'.
"Sólo podemos perseguir un comportamiento a la vez, así
que nuestro cerebro tiene que calcular de alguna manera cuál será el
comportamiento más gratificante o cuál es nuestra necesidad más urgente",
ha explicado la autora principal del trabajo, Tatiana Korotkova,
neurocientífica de la Clínica Universitaria de Colonia.
Para dilucidar la jerarquía de comportamientos innatos como
comer, beber, socializar y aparearse, el equipo de Korotkova
observó y estimuló neuronas de ratón dentro del hipotálamo lateral, uno de los
principales "centros de alimentación" del cerebro.
Se centraron en las neuronas que tienen receptores de
leptina y en las que producen neurotensina, dos hormonas relacionadas con el
hambre y la sed. Para su sorpresa, descubrieron que
estas neuronas también guiaban el comportamiento social y ayudaban a los
ratones a equilibrar sus necesidades nutricionales y sociales.
"Nos sorprendió descubrir que el hipotálamo lateral
vincula la alimentación y la bebida con los comportamientos sociales. Activar
las neuronas receptoras de la leptina hace que los ratones den prioridad a la
interacción social a pesar del hambre o la sed agudas. Esto tiene sentido desde
el punto de vista biológico, porque los compañeros de apareamiento no son algo
que se tenga cerca todo el tiempo, por lo que uno debe ser capaz de ignorar el
hambre o la sed para poder dedicarse al apareamiento", ha destacado la
primera autora del trabajo, Anne Petzold, también
neurocientífica de la Universidad de Colonia.
Los investigadores utilizaron microscopios diminutos para
visualizar la actividad de neuronas cerebrales individuales mientras los
ratones exploraban y realizaban diversos comportamientos en un recinto.
"Fue una gran ventaja poder registrar la actividad de las neuronas en un
animal que se comporta libremente. Podíamos ver realmente cómo cambia la
actividad neuronal durante comportamientos concretos, y podíamos seguir y
cambiar la actividad de células individuales con una gran precisión
temporal", ha apuntado Korotkova.
Para ver cómo cambiaban las prioridades de los ratones en
función de su nivel de hambre, el equipo comparó el comportamiento de ratones
que tenían acceso ilimitado a la comida con el de ratones "hambrientos
agudos" (a los que se les había restringido la comida durante la noche) y
ratones "hambrientos crónicos" (a los que se les había restringido la
comida durante 5 días). Los investigadores señalan que este "hambre
crónica" también puede darse en la naturaleza, donde no hay comida
disponible todo el tiempo.
Descubrieron que las neuronas receptoras de la leptina se
inhibían cuando los ratones comían y se activaban cuando interactuaban con
ratones del sexo opuesto (potenciales parejas), pero no cuando interactuaban
con ratones del mismo sexo.
A continuación, los investigadores utilizaron señales
luminosas y químicas para estimular selectivamente las neuronas, lo que les
permitió observar si esta activación alteraba el comportamiento de los ratones
y cómo lo hacía.
La estimulación de la leptina tuvo poco efecto sobre el
comportamiento de los ratones saciados, que en general estaban más interesados
en socializar que en comer, pero cuando los investigadores activaron las
neuronas receptoras de leptina de los ratones con hambre aguda, sus prioridades
cambiaron: se acercaron más lentamente a la comida, comieron menos y dedicaron
más tiempo a socializar con posibles parejas.
Sin embargo, la estimulación de la leptina no pudo anular el
hambre más intensa de los atones con restricción
crónica de alimentos, cuyo apetito no se redujo y cuyas prioridades no
cambiaron con la activación de la leptina.
"Así pues, tenemos un sistema que sólo puede regular el
hambre moderada, pero no la fuerte. Este circuito podría contribuir a explicar
por qué las dietas no funcionan: no es un problema reducir la ingesta de
alimentos durante un breve periodo de tiempo, pero no funciona si se intenta
hacer durante más tiempo", ha detallado Korotkova.
Por el contrario, cuando los investigadores activaron las
neuronas de neurotensina, observaron un aumento de la conducta de beber a
expensas de socializar, tanto con posibles parejas como con ratones del mismo
sexo.
"Solemos pensar que las neuronas tienen una función
concreta, pero hemos descubierto que una célula puede codificar múltiples
estímulos diferentes. Esto tiene mucho sentido desde el punto de vista
biológico, porque hay que coordinar los comportamientos, y es mucho más eficaz
coordinar los comportamientos con la misma célula que mediante muchos tipos de
células diferentes que se comunican entre sí de algún modo", ha remachado
la investigadora.