EL
MUNDO
30 marzo
2023
Amplían
el atlas de los 'interruptores' que encienden o apagan el genoma
Cristina G. Lucio
Un consorcio internacional con
participación española aporta nuevos datos fundamentales para dibujar un mapa
más completo del epigenoma humano
A menudo se compara el genoma humano con un libro de
instrucciones, con una especie de manual donde está escrito todo lo necesario
para 'construir' una persona. Ese manual, no obstante, no es inmutable. A esas
instrucciones se le van añadiendo tachaduras, subrayados o enmiendas químicas,
que modifican su interpretación y pueden determinar la expresión del ADN. Ese
conjunto de marcas o etiquetas químicas que acotan o apostillan lo escrito en
el genoma, activando o desactivando genes, es el epigenoma,
una maquinaria fundamental para la vida.
Es el epigenoma lo que permite
que, pese a tener el mismo manual de instrucciones en su
interior, una célula del cerebro y otra del hígado se diferencien y terminen
especializándose para la función que tienen que cumplir. Son las marcas
epigenéticas las que indican la forma en que cada célula debe utilizar las
instrucciones guardadas en el ADN. Pero estas marcas, que pueden producirse por
'presiones' externas, como los hábitos de vida o el medio ambiente, también pueden
provocar alteraciones perjudiciales, que conduzcan al desarrollo de
enfermedades.
Conocer las claves del epigenoma,
las posibles localizaciones y ubicaciones de estas etiquetas químicas capaces
de modificar el genoma y de transmitirse de una célula a otra durante la
división celular es fundamental para el avance de la medicina. Este jueves, un
consorcio internacional con participación española ha conseguido ampliar de
forma significativa los mapas epigenómicos
disponibles, creando un completo y exhaustivo atlas para la investigación.
En concreto, tal y como publican en la revista Cell, estos
científicos entre los que figura un equipo del Centro de Regulación Genómica de
Barcelona (CRG) han logrado dibujar toda la colección de marcas epigenómicas en 30 tipos diferentes de tejidos.
Los datos se han obtenido secuenciando el ADN de cuatro
donantes de origen europeo y estudiando la actividad de todos sus genes. Por
primera vez, esta colaboración internacional aporta información de ambas copias
de los cromosomas de cada individuo, lo que supone un avance sustancial para
comprender el impacto de determinadas variantes genéticas.
Lo que permite esta nueva información es que los epigenomas generados por el proyecto, conocido como EN-Tex
puedan servir como modelo de referencia para averiguar si una variación
genética en un determinada persona cumple un papel
relevante en una enfermedad.
"Por cada porción de ADN tenemos dos copias, una que
heredamos de nuestra madre y una de nuestro padre. A veces cuando ocurre una
mutación en una de las dos copias, no solo se produce un cambio en la secuencia
de ADN, sino que también puede haber un cambio a nivel de epigenoma,
y potencialmente un cambio también en el comportamiento de la célula. Sin
embargo, no todas las mutaciones causan estos cambios: hay mutaciones que
simplemente cambian la secuencia de ADN pero no cambian el epigenoma
ni el comportamiento de la célula. Un objetivo clave en la biología
computacional es reconocer qué mutaciones causan cambios en el epigenoma, porque posiblemente sean responsables también de
cambiar el comportamiento normal de las células y dar lugar a una enfermedad,
como por ejemplo el cáncer. Esto solo se puede hacer teniendo la información de
las dos copias de cada cromosoma, porque solo de esta manera se puede mirar
donde hay una mutación en la secuencia y ver si las dos copias tienen un epigenoma muy diferente", explica Beatrice Borsari, que participó en la investigación durante su
doctorado en el Centro de Regulación Genómica de Barcelona y actualmente es
investigadora postdoctoral en la Universidad de Yale (EEUU).
"Existían anteriormente mapas epigenómicos
en algunos tejidos y órganos del cuerpo humano, pero nunca se había mirado como
de distinto es el epigenoma entre las dos copias de
cada cromosoma, es decir usando la secuencia personalizada del genoma de un
individuo. Ahora este estudio nos permite reconocer qué mutaciones causan un
cambio en el epigenoma entre las dos copias",
añade la investigadora a través del correo electrónico.
Los autores de la investigación esperan que "este
recurso tenga un impacto muy grande y sea útil para la investigación de muchas
enfermedades, porque estos datos no se enfocan en unos genes específicos sino
que aportan información sobre la actividad de todo el epigenoma.
Por lo tanto se pueden usar para estudiar cualquier gen o mutación que estén
implicados en cualquier tipo de enfermedad", aclara Borsari.
"Un ejemplo es el gen IGF2 (factor de crecimiento
insulínico de tipo 2), que en individuos sanos se expresa solo de la copia
paterna del gen. Con los datos que hemos generado hemos podido validar estudios
anteriores y demostrar efectivamente que solo la copia paterna del gen se
activa, mientras la copia materna está silenciada. En otras palabras, estos
datos nos permiten entender qué mecanismo molecular asegura que este gen se
exprese de la manera correcta en individuos sanos. Se ha demostrado
anteriormente que una expresión equivocada de este gen puede causar varios
tipos de cánceres, y por lo tanto podemos usar estos datos para hacer hipótesis
de lo que le ocurre al gen cuando se expresa de manera desregulada. Si podemos
entender el mecanismo fisiológico de funcionamiento de un gen, nos resultará
más fácil descubrir su mecanismo patológico y por lo tanto desarrollar una
terapia", apunta.
Coincide en este punto Manel Esteller, investigador del
Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras, profesor de
Genética de la Universidad de Barcelona y pionero en el estudio del epigenoma del cáncer, quien subraya que estos datos
servirán de base para estudios posteriores. "Son los cimientos donde
construir ahora investigaciones específicas que nos hablen del riesgo de
cáncer, de ser susceptible a una infección grave o de los factores relacionados
con el envejecimiento saludable", subraya el científico.
Esteller, que no ha participado en la investigación, valora
los frutos del trabajo de este consorcio internacional "que lleva años ya
estudiando la relación entre la composición del genoma y la actividad del mismo"
y la novedad de que "aborde esta cuestión partiendo de las dos copias que
de cada gen tenemos", ya que "hasta ahora se había estudiado
principalmente una copia".
Una de las limitaciones del trabajo, apunta, es que "se
ha realizado solamente en cuatro personas -dos hombres y dos mujeres-", si
bien "en los mismos se han analizado 30 tipos de tejido diferentes y se
han realizado 15 determinaciones biológicas distintas", apunta Esteller.
"Este estudio recopila mapas epigenómicos
de casi 30 tejidos y órganos, todos obtenidos de un mismo individuo, mientras
estudios anteriores habían analizado muestras recogidas de varios individuos.
El hecho de que todas las muestras sean del mismo individuo nos permite
entender mejor el efecto de las mutaciones sobre el epigenoma
en tejidos distintos, sin correr el riesgo de perjudicar los resultados con
factores de exposición que pueden variar mucho de un individuo a otro, como por
ejemplo la interacción con el ambiente o la alimentación, y que también pueden
cambiar el epigenoma", añade, por su parte, Borsari.
Los autores de la investigación subrayan que, entre otras
ventajas, la información que ofrece su proyecto también permitirá predecir el
comportamiento de una clase de proteínas que modifican el genoma y que se conocen
como factores de transcripción, que pueden estar implicados en el desarrollo de
distintas enfermedades y, por tanto, pueden convertirse en dianas terapéuticas.
Un aspecto importante que remarca Borsari
es que el diseño de la investigación ha hecho posible llevar a cabo una
comparación del epigenoma de cuatro individuos sanos
en un elevado número de órganos y tejidos, lo que ha permitido tener una visión
más global del impacto que ejercen las marcas epigenéticas para buscar nuevas
formas de enfrentarse a la enfermedad
"Hemos observado que los epigenomas
del mismo órgano en dos individuos distintos se parecen mucho más que los epigenomas de dos órganos distintos en el mismo individuo.
Eso quiere decir que el epigenoma de mi pulmón y del
tuyo se parecen mucho más que el epigenoma de mi
pulmón y de mi hígado. Esto es muy importante, porque por un lado nos enseña
que estos datos se pueden usar para predecir el epigenoma
en los órganos y tejidos de otros individuos sin tener que volver a repetir
todos los experimentos de secuenciación que hemos presentado en este
estudio", subraya. Por otro lado, continúa, esto "nos puede ayudar a
encontrar patrones epigenéticos en un contexto de enfermedad. Por ejemplo, a
veces es difícil reconocer el tejido u órgano de origen de una metástasis en
estado avanzado, porque las células probablemente han perdido su connotación
normal. Comparar el epigenoma de células metastásicas
con un mapa epigenómico de todo el cuerpo nos puede
ayudar a entender en qué tejido u órgano se desarrolló originariamente el
cáncer, y por lo tanto intentar escoger un tratamiento más específico. Hay
muchos marcadores que componen el epigenoma y
probablemente nos queden varios todavía por descubrir, pero estos datos
representan el estudio más exhaustivo del epigenoma
del cuerpo humano tal como lo conocemos al día de hoy", concluye.
La investigación, financiada por el Instituto Nacional de
Investigación del Genoma Humano de EEUU, ha estado dirigida por equipos de la
Universidad de Yale, la Universidad de Harvard, el Instituto de Tecnología de
Massachusetts, la Universidad Johns Hopkins y el laboratorio Cold Spring Harbor
de EEUU, así como el CRG de Barcelona.