TENDENCIAS 21
2 noviembre 2011
El secreto de la
felicidad se encuentra en los genes
Nuevos estudios sobre el ADN sugieren que es un estado en
parte hereditario, que depende también de la raza.
Muchas
veces nos preguntamos de qué depende que seamos o no felices. Pues bien, un
estudio realizado por varias universidades, y en el que han participado 1.000
pares de gemelos concluye que aproximadamente un tercio de la variación en el
grado de felicidad de las personas es hereditario. Uno de los investigadores,
el profesor Jan-Emmanuel De Neve,
ha tratado de descubrir concretamente cómo funciona el gen que transporta la serotonina, y relacionarlo con los niveles de felicidad por
países o razas. Por Maricar García.
La
felicidad depende en parte de nuestra genética. Fuente: Chris
Willis. La idea de que la personalidad humana es una
pizarra en blanco, para ser escrita a través de la la
experiencia, se impuso durante la segunda mitad del siglo XX.
Durante las últimas dos décadas, sin embargo, esta idea ha ido cambiando. Los
estudios que comparan a los gemelos idénticos y no idénticos han ayudado a
establecer el carácter hereditario de muchos aspectos del comportamiento, y los
exámenes de ADN han puesto al descubierto algunos de los genes responsables de
nuestras conductas. Trabajos recientes en ambos frentes sugieren que la
felicidad, en concreto, es altamente heredable, según publica la revista The Economist.
Como
cualquier ser humano sabe, hay muchos factores que influyen para que la gente
sea feliz o infeliz. Las circunstancias externas son importantes: las personas
empleadas son más felices que las desempleadas, al igual que las personas en
mejor situación económica respecto a las pobres. La edad juega también su
papel: los jóvenes y los ancianos son más felices que los individuos de mediana
edad. Pero de todos estos factores, la personalidad es el determinante más
importante: los extrovertidos son más felices que los introvertidos, y la gente
segura es más feliz que la que anda por la vida preocupada constantemente.
Que
la personalidad y la inteligencia se heredan es un hecho cada vez más claro y
obvio, de modo que, presumiblemente, la tendencia a ser feliz o desdichado es,
en cierta medida, difundida a través del ADN.
Para
tratar de establecer en qué consiste esto, un grupo de científicos del University College de Londres, de
la Harvard Medical School,
de la Universidad de California en San Diego y de la Universidad de Zurich examinaron a más de 1.000 pares de gemelos en un
gigantesco estudio sobre la salud de los adolescentes estadounidenses.
El
estudio, del Instituto de Investigación Empírica en Economía de la Universidad
de Zurich, titulado "Los genes, la economía y la
felicidad" concluye que aproximadamente un tercio de la variación en la
felicidad de las personas es hereditario. Este resultado es algo inferior a las
estimaciones anteriores sobre el tema.
Cómo funcionan los genes de la
felicidad
Sin
embargo, aunque los estudios de gemelos son útiles para establecer el grado en
que una característica es heredable, no aclara cómo funcionan estos genes. Uno
de los investigadores, Jan-Emmanuel De Neve, del University College de Londres y la Escuela de Económicas de Londres,
ha tratado de descubrir precisamente eso, al seleccionar un gen específico: el
que codifica una proteína que transporta serotonina,
y examinar cómo las variantes de dicho gen condicionan los niveles de
felicidad.
La
serotonina está relacionada con la regulación del
humor. Los transportadores de la serotonina son
cruciales en este estudio: El gen transportador de la serotonina
se presenta en dos variantes funcionales de largo y corto plazo.
La
larga produce más moléculas transportadoras de proteínas que la corta. La gente
tiene dos versiones (conocidas como alelos de cada
gen, uno de cada padre. Por lo que algunos tienen dos alelos
cortos, algunos tienen dos largos, y el resto tiene uno de cada uno.
A
los adolescentes del estudio del doctor De Neve se
les pidió que se evaluaran a sí mismos de satisfechos a muy insatisfechos.
De
Neve halló que aquellos chicos con un alelo largo en
el gen analizado eran un 8% más propensos a
describirse como muy satisfechos que aquellos que no tenían ninguno, mientras
que las personas con dos alelos largos fueron un 17%
más propensas, lo cual es bastante interesante.
El gen y el origen étnico
Donde
la historia podría llegar a ser controvertida es cuando el origen étnico de los
participantes se toma en cuenta. Todos eran estadounidenses, pero se les pidió
que se clasificaran por raza. De media, los estadounidenses de origen asiático
tenían 0,69 genes largos, los estadounidenses negros tenían 1,47, y los
estadounidenses blancos tenían 1,12.
Ese
resultado concuerda perfectamente con otros estudios que muestran que, en
líneas generales, los países asiáticos tienen menores niveles de felicidad que
lo que su PIB per cápita podría sugerir. Los países
africanos, en cambio, se encuentran por encima de otros lugares, y son los más
sabios en cuanto a la felicidad.
Pero
eso no es de extrañar, ya que África es el continente con mayor diversidad
genética. Es allí donde la humanidad evolucionó (asiáticos, europeos,
australianos y amerindios son descendientes de unos pocos aventureros que
salieron de África hace unos 60.000 años). Los negros americanos, en su mayoría
descendientes de los esclavos traídos del oeste de África, no pueden ser
representativos de todo el continente.
Que
algunas poblaciones tienen mayor porcentaje de la versión larga del gen
transportador de la serotonina ya se había constatado
anteriormente, aunque esta asociación se había hecho a nivel nacional, en lugar
de a nivel racial. En un artículo de las Actas de la Royal Society,
publicado en 2009, Joan Chiao y Katherine
Blizinsky de la Universidad Northwestern,
en Illinois, encontraron una correlación positiva entre los niveles más altos
de la versión corta del gen y los trastornos del humor (China y Japón tienen
mucho de los dos) y con sistemas políticos colectivistas. Su hipótesis es que
las culturas propensas a la ansiedad y la preocupación tienden hacia sistemas
que hacen hincapié en la armonía social, en vez de tender a enfatizar la
independencia de los individuos.
Este
último estudio podría haber ido demasiado lejos en el camino hacia el
determinismo genético. Sin embargo, existe un creciente interés en el estudio
de la felicidad, no sólo entre los genetistas, sino también entre los
economistas y los políticos descontentos con la actual forma de medir los
logros de la humanidad. Se cree que los trabajos futuros en este campo serán
leídos con avidez en esos círculos.