EUROPA
PRESS
10 marzo
2023
Saul
Martínez-Horta, neuropsicólogo: "Es un error normalizar el deterioro
cognitivo como propio del envejecimiento"
Llega una etapa en la vida en la que
empezamos a pensar que nuestros padres ya no son lo que eran y que les vemos
más lentos, no tan capaces de mantener una conversación, más olvidadizos...
Pero, ¿cuándo debemos consultar con un especialista por esto? ¿Qué es lo propio
de la edad?¿Es normal la pérdida de memoria o
facultades con la edad?
Para este artículo pedimos ayuda al doctor en Medicina por
la Universidad Autónoma de Barcelona y neuropsicólogo experto en
Neuropsicología Clínica Saul Martínez-Horta, director del Centro de Diagnóstico
e Intervención Neurocognitiva (CDINC) de Barcelona, donde centra su actividad
clínica en todo tipo de enfermedades del sistema nervioso que cursan con
deterioro cognitivo o comportamental, y experto en este tipo de situaciones.
El también miembro del departamento de Neurología del
Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona, con bastantes seguidores en
redes sociales donde expone casos llamativos que ve en consulta, precisamente
acaba de escribir 'Cerebros rotos'. Pacientes asombrosos que me enseñaron a
vivir' (Kailas), donde recoge varias experiencias recabadas en estos años.
"Se ha normalizado que el deterioro cognitivo se
explica por la edad, consecuencia del envejecimiento, y esto no debe ser así.
Perder la memoria no es normal y no lo explica el envejecimiento", afirma
el igualmente coordinador del grupo de trabajo en cognición en la enfermedad de
Huntington de la European Huntington's Disease Network.
Ahora bien, sí destaca que, conforme vamos envejeciendo, hay
aspectos de carácter biológico que se van modificando y que van a peor, como el
que estemos más lentos o menos ágiles, tengamos la piel distinta, y a nivel
mental no seamos como antes: "Hay una progresiva involución dentro de una
normalidad. Esto significa que esta involución cognitiva, igual que la física,
nunca va a alterar el nivel de independencia o de funcionalidad de la persona.
Puedo tener menos memoria, pero seguiré siendo capaz de estar en la comida
conversando, de salir a comprar, o de llamar a mi familia. Esto es lo
normal".
Cuando el deterioro cognitivo, sea a nivel de memoria, de
cambio de carácter, de cambio de comportamiento, a nivel afectivo, va más allá
de esto, repercute en la vida de la persona, o llama mucho la atención a su
entorno, esto no es la edad, avisa este experto. "Un inmerso error que se
comete es banalizar y normalizado este deterioro cognitivo considerando que el
papa se ha hecho mayor y esto es lo normal, no es una demencia, es lo que nos
pasa a todos", insiste Martínez-Horta.
Qué es propio que suceda con la edad
Así, le insistimos sobre qué signos sí podríamos considerar
que son normales con el paso del tiempo y propios de la edad, porque al fin y
al cabo todos envejecemos: "Con la edad sobre todo lo que empeora mucho es
la velocidad que tenemos a la hora de acceder a determinados nombres, o de
acordarnos rápidamente de lo que teníamos que hacer. Suele comprometerse un
tipo de memoria reciente, 'qué estaba haciendo' o 'qué me acaban de decir'.
Pero son fallos que no son continuos, que no van a más, que no repercuten en el
'funcionamiento' de la persona, que son anecdóticos".
Es evidente que están ahí, según admite, y de que antes no
estaban, si bien no llaman la atención, sino que son problemas relacionados con
el que está todo enlentecido. "La persona sigue funcionando, pero si estas
cosas suponen un impacto en el funcionamiento normal del día a día entonces es
cuando podemos empezar a preocuparnos", remarca el neuropsicólogo.
El alzheimer, la demencia más
frecuente
Por otro lado, reconoce que es muy frecuente ir al neurólogo
con la queja de que a un familiar se le ve peor y desde la perspectiva de la
exploración neurológica todo salga bien y los test rutinarios sean correctos.
"Aquí insistimos en la necesidad de la exploración neuropsicológica y hay
muchas personas que en los test simples puntúan bien, aunque después en la cognición,
si la exploras a fondo, ahí ya ves que algo está cambiando", advierte.
Es un elemento a tener en cuenta, según prosigue, porque al
final si la impresión subjetiva del deterioro la tiene el paciente o la
familia, esto tiene una relevancia clínica y hace precisa una exploración
neuropsicológica exhaustiva. "Es fundamental y está muy poco incorporado
en la mente de las personas. Se piensa mucho en la resonancia magnética. En la
visita con el médico, pero estas pruebas neuropsicológicas en este contexto son
absolutamente fundamentales", subraya,
Un escenario de futuro complicado
Por otro lado, el director del CDINC remarca que causas de
deterioro cognitivo y de demencia hay muchísimas, y dice que obviamente dentro
de los procesos neurodegenerativos primarios, el más frecuente es el Alzheimer,
una enfermedad que no la causa la vejez, pero que sí está íntimamente
relacionada con hacernos mayores. "Sabiendo que somos una población cada
vez más envejecida, la prevalencia está creciendo de forma dramática, de igual
forma que lo están haciendo otros procesos neurodegenerativos o no que asocian
demencia, como toda la patología vascular, por ejemplo", añade.
A su vez, sostiene que el escenario es "muy
desalentador" porque no hay cura para estas enfermedades. "Sí se
aprenden cosas a nivel de prevención, pero el tratamiento que pueda pararlo es
inexistente, por lo que el escenario futuro es complicado, con una población
muy elevada y con enfermedades incurables y con mucha repercusión
familiar", lamenta Martínez-Horta.
Como prevenir estas patologías
Con ello, preguntamos a este experto sobre cómo prevenir
estas patologías y apunta que hay una serie de factores modificables muy
importantes: "Todas estas enfermedades están mediadas por factores que no
vamos a poder modificar. Y de igual forma por notros que forman parte el estilo
de vida. Los que se relacionan con la prevención o el retraso de estas
enfermedades son sobre todo el control de la patología cardiovascular
concomitante, que muchas personas presentan".
Por ello, defiende que todo lo que sea controlar la
hipertensión arterial, la dieta, el colesterol, en definitiva, mantener un
estilo de vida saludable, y pensando en nuestro corazón, tiene un "impacto
dramático" en la salud del cerebro, y en consecuencia, en el
comportamiento del cerebro frente a una enfermedad neurodegenerativa.
Por otro lado, otra vía para prevenir o retrasar el inicio
de este tipo de enfermedades es la forma en la que hemos enriquecido el cerebro
a lo largo de la vida. Esto juega igualmente un papel central en cómo se van a
comportar estas enfermedades: "Quienes más han estimulado su mente suelen
presentar un curso más benigno de estas enfermedades o incluso retrasar el
debut".
Esto no significa, según insiste, en que todos debamos
estudiar una carrera universitaria o un doctorado, sino en tener una vida
activa desde el punto de vista cognitivo. "Algo que se nos olvida o
dejamos de ser capaces de hacerlo, y por ello es necesario estimular a los
mayores para que hagan actividades distintas, y la más importante de todas, la
interacción social; esta última juega un papel central", resalta el
neuropsicólogo y doctor en Medicina.
El diagnóstico precoz ayuda
Sobre los primeros signos de una enfermedad
neurodegenerativa apunta que suelen detectarse en torno a los 60-65 años. Es
cierto, en su opinión, que hay un conglomerado de enfermedades, o a veces por
la normalización de los familiares, que se diagnostican más tarde, 70-80 años;
pero suelen debutar en torno a esa edad.
Un diagnóstico precoz, según confirma, puede ayudar porque
aunque se trate de enfermedades sin cura, hay muchas variables que participan
en cómo se manifiesta la enfermedad. "Si se ha instaurado un proceso
neurodegenerativo como el Alzheimer y somos capaces de detectarlo antes y de introducir
una serie de curas desde el punto de vista de cuidado, de factores de riesgo,
de estimulación cognitiva, probablemente estamos contribuyendo a un mejor
pronóstico, aunque no evitaremos el desenlace, pero sí alargamos la calidad de
vida. También hay tratamientos farmacológicos con la intención de ralentizar la
progresión de la enfermedad", agrega.
Según concluye este experto, la forma en cómo progresan
estas enfermedades es muy lenta, y junto con que de algún modo normalizamos
esos cambios cognitivos del padre, o con que nos dan demasiado miedo estas
enfermedades, todo ello hace que, sin querer, vayamos negando síntomas que son
muy obvios.
"Entonces, habitualmente cuando llega a la consulta la
persona con su familia, como profesional te das cuenta de que hay muchas cosas
que no están bien y desde hace mucho tiempo, no es que la familia mienta, o no
lo quiera ver, sino que se ha normalizado. Por eso, cuando uno detecta que está
cambiando no pasa nada por consultar y explorarlo y quedarnos tranquilos porque
sino no nos daremos cuenta de que está cambiando y llegaremos tarde",
zanja Saul Martínez-Hortas, especialista del
departamento de Neurología del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de
Barcelona.