EL MUNDO
28 septiembre 2011
Las células madre y
las prisas
Lo bonito de la ciencia es que a cualquiera se le puede
ocurrir una idea brillante. Por ejemplo, que las células madre pueden servir
para reparar tejidos dañados. La ventaja que tenemos hoy en día es que todas
estas teorías van a ser comprobadas por decenas de investigadores antes de que
se les dé el visto bueno y se incorporen a la lista de cosas que sabemos con
certeza que funcionan. Muchas de ellas no pasarán el test
del algodón, como es de esperar, por muy lógicas que nos parezcan al principio,
por eso es importante realizar toda la batería de estudios necesarios para
determinar su importancia. Sin prisas.
A
pesar de que hay clínicas por todo el mundo que ya las están ofreciendo a sus
pacientes, aún no sabemos si las células madre pueden regenerar órganos y si
son lo suficientemente seguras para que las inyectemos a humanos. Sobre el
papel, la cosa pinta bien, es innegable, y tenemos como prueba la experiencia
de décadas usando células madre adultas para el trasplante medular. Pero lo que
queremos hacer ahora es un poco más complicado (curar la ceguera, reparar
nervios, eliminar la diabetes…) y antes hay que hacer una serie de controles
rigurosos. Si no podemos acabar haciendo más daño que bien, como hemos visto ya
en personas que han sufrido complicaciones graves después de este tipo de
tratamientos.
Recordemos
que hasta ahora solo se habían autorizado en el mundo tres ensayos clínicos con
células madre embrionarias (las más prometedoras de todas, por su potencial de
convertirse en cualquier célula), los tres en EE.UU.
La
noticia es que la semana pasada empezaba el primero en Europa para estudiar un posible tratamiento de la
distrofia macular, una de las causas más frecuentes de ceguera juvenil. Esto
confirma que cada vez hay más interés en el tema y que poco a poco nos
acercamos a la aplicación práctica de estas técnicas.
Pero
como comentábamos ya el año pasado, hay quien no tiene tanta paciencia. En
EE.UU., como en la mayoría de países civilizados, están intentando acabar con
las terapias no autorizadas que usan células madre, embrionarias o adultas,
para tratar todo tipo de enfermedades sin haber hecho antes los estudios
necesarios.
Al
mismo tiempo, en Texas, el gobernador Rick Perry se ha puesto de repente a defender con pasión el uso
de células madre adultas. Puede ser que tenga algo que ver que uno de sus
buenos amigos sea un cirujano que inyecta células madre para curar el dolor de
espalda (algo que, a pesar de ser ilegal en ese país, Perry
dice que ha probado y que le ha ido muy bien) o, simplemente, que quiera que su
Estado se convierta en uno de los sitios punteros en el tema.
Mezclar
política y ciencia no suele ser una buena idea. Que Perry
quiera invertir dinero público en potenciar ciertos campos de investigación a
priori no tiene nada malo, al contrario. Menos tranquilizador es que él mismo
se haya prestado a hacer de cobaya para un tratamiento no homologado. O que
tenga posibles intereses comerciales en el asunto. Perry
suena como el posible candidato republicano a presidente para las elecciones
del 2012, y el negocio de las células madre moverá cantidades considerables de
dinero. Muchos temen que las presiones económicas hagan que Perry
haga la vista gorda y oficialice el uso de una serie de técnicas que los
científicos aún no han terminado de estudiar. Y esto sería un grave error.
Es
un tema complejo. Se juntan las necesidades de unos pacientes que suelen estar
desesperados, la posibilidad de hacer mucho dinero y el hecho que los
resultados preliminares de laboratorio parecen dar el visto bueno. La tentación
de coger el atajo es comprensible. Pero no hay que olvidar que estamos jugando
con nuestra salud. Hay dejar que la ciencia siga su curso, aunque a veces sea
desesperadamente lento.